Fotografiar de forma consciente es supervisar momento a
momento nuestro devenir en varios planos.
Para practicar la Fotografía
Consciente es necesaria cierta valentía, atreverse a ser uno mismo y
relacionarse con los demás de forma diferente a lo que estamos acostumbrados, con más humildad, sin máscaras.
Es fácil que
podamos encontrarnos con cosas que nos desagraden. Quizás descubramos que no
somos tan inteligentes como les hemos hecho creer a los demás o peor aún: como nos hicimos creer a nosotros mismos.
Esta exploración es algo así como un descenso a los
infiernos, en espiral, bajando a cada disparo un poco de nuestro pedestal, y poco a poco
resquebrajando la confortable máscara cotidiana que nos protegía.
A medida que
bajamos puede parecer que aumenta el dolor pero en realidad lo único que ocurre
es que por fin vemos lo vemos. Este descubrimiento es irreversible. Una
vez que abres los ojos no hay marcha atrás. Puedes volver a cerrarlos pero la
conciencia de que los tienes cerrados no va a dejarte dormir.
La simple atención al presente implica la potencialidad de
este viaje a nuestra parte oscura, el aquí y ahora interpersonal en presencia
de un experto nos lleva más rápido aún por este camino. Agregar técnicas terapéuticas complementarias como el
psicodrama, actuación de polaridades intensifica el proceso.