Cuando ves un panel LED de esos que utilizan los comercios o los organismos oficiales observas como las palabras atraviesan el panel una y otra vez repitiendo un mensaje. Es fácil identificar el mensaje con el panel. Se crea la ilusión óptica de palabras moviéndose a través del panel pero si te acercas lo suficiente ves que lo único que hay son minúsculas bombillas que se encienden y se apagan. El mensaje desaparece, ya no hay palabras, pero aún así el rápido parpadeo de los leds sigue haciéndonos ver luces que corren veloces. La única forma de ver, y entender, el panel es apagarlo. Los mensajes dejan de estorbarnos para verlo. La mente tiene un funcionamiento parecido. Somos un panel que lanza mensajes de forma constante, caótica y desorganizada. El tiempo nos lleva a identificarnos con los mensajes, pero si conseguimos desconectarlo descubriremos que somos mucho más: un mecanismo sofisticado con un valor intrínseco que va más allá de los resultados visibles que es capaz de producir.
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